Si estás en tu casa, mira a tu alrededor: te rodea el pasado que arrastras. Una buena proporción de los objetos que tenemos en casa son recuerdos que nos hemos ido trayendo del pasado, pero que ya no tienen un uso (o nunca lo tuvieron y son simples adornos). Y la parte restante son los objetos del pasado que se utilizan en el presente: vajilla o batería de cocina, ordenador, teléfono móvil… En cambio, los alimentos que ingerimos no vienen de un pasado muy lejano. Y el agua es lo más presente: es corriente.
Todo esto se pone de manifiesto cuando se hace una mudanza. De pronto, aparecen un montón de trastos de todas partes, escondidos en armarios, aquí y allá, o en el temible trastero. La primera acepción de trasto en el diccionario de la RAE es:
Trasto: Cosa inútil, estropeada, vieja o que estorba.
RAE
La sexta acepción es más positiva, simplemente se trata de:
Trasto: Muebles o utensilios de una casa.
RAE
Entonces, ¿de qué naturaleza son los trastos que acumulamos en una casa? Un poco de ambas. Hace tiempo reflexioné en este blog sobre qué es la basura, cuándo un objeto o un alimento se convierte en basura. El tema de los trastos es similar: están en casa legítimamente como “muebles o utensilios” y de pronto pasan a ser “cosas inútiles o que estorban”. ¿Y cuándo ocurre esto? Cuando el pasado los vence.
O como diría un economista, cuando el bien se deprecia. El pasado vence a los trastos cuando dejan de ser útiles o son viejos (agotan su vida útil), cuando se estropean (dejan de funcionar) o cuando se quedan obsoletos (y estorban).
Cuando escucho hablar de la obsolescencia de los aparatos, recuerdo cómo mis padres, que tenían un negocio de publicidad y diseño gráfico, tuvieron que depositar en la calle, como trastos, máquinas que unos pocos años antes eran el último modelo para producir sus diseños, un modelo bastante caro, por cierto.
Cuando el pasado te vence
Por pura lógica, llega un momento en la vida en que hay más pasado que futuro. La mirada hacia atrás cubre cada vez más años, los trastos que nos acompañan pueden relumbrar brevemente con un recuerdo de aquella persona que nos los regaló, pero luego vuelven a apagarse con desidia. Es posible que estos trastos acaben dentro de vitrinas, el sumun para sentir la propia casa como un museo lleno de reliquias.
Las fotografías son un tipo especial de pasado: traen al presente a personas que ya no están, o que ya no son como aparecen en ese registro puntual. Siempre es sorprendente y extraño ver fotos de los propios padres siendo mucho más jóvenes que una misma, incluso siendo niños.
El pasado que se arrastra, pesa. El peso te arquea la espalda. El pasado no se va. El pasado conforma a la persona, su cerebro, su cuerpo. Por esto, cada vez dudo más de la existencia de lo que llaman “iluminación”, la experiencia directa de la realidad, lo que San Juan buscaba detrás de la tela que había que rasgar. Porque cualquier experiencia de la realidad va a estar siempre mediada por los sentidos y por la estructura previa del cerebro (memorias, conexiones cerebrales). Y si no fuese así, no se podría comprender.
El pasado es un entrenamiento para el presente
Sin embargo, sí pienso que se puede vivir el presente (más o menos rodeados de objetos del pasado), cuando se busca una respuesta no automatizada a los desafíos que se nos presentan. El pasado nos ha servido para conocer qué es lo que puede ocurrir, para tener experiencias y conocer las consecuencias de nuestras respuestas. El pasado que se arrastra, esos objetos, libros y cachivaches, nos han servido para aprender algo de ellos, nos han enseñado un idioma que ahora sabemos hablar para más o menos lidiar con lo que toca.
Que vivimos una época sin precedentes para la mayoría de nosotros, es un hecho. Aun así, es posible dar respuesta a esto que no conocíamos extrayendo la semilla de lo que el pasado nos dio: la filosofía, las habilidades, los resultados.
¿Guardas muchas cosas de tu pasado? ¿Tu casa te parece un museo? ¿Eres más de tirar trastos y renovar los espacios que habitas? Me gustaría conocer tu perspectiva. Como en cada ocasión, muchas gracias por leer y por compartir.
Commentarios
Una respuesta a «El pasado que se arrastra»
[…] en Suecia. Decide emprender el proyecto de convertir ese hogar caótico, anárquico y lleno de trastos en un espacio minimalista que acoja su propia oficina. Este es el argumento de Feliz año pasado, […]