Deshacerse de un guion de vida decidido en la infancia es realmente difícil cuando las personas que nos rodean lo conocen y esperan que interpretemos nuestro papel. ¿Cómo es que tú, que eras el payaso de la clase, ahora te pones serio? Por favor, sigue tu guion, tócala otra vez, si no, no sabremos que eres tú y nos sentiremos muy incómodos.
Tú eres el gordo
Pondré un ejemplo de guion que se perpetúa para complacer a los allegados: una persona con sobrepeso se reúne con sus amistades o familia para una comida. Cuando la gente va sintiéndose llena o ya no quiere comer más, ofrece invariablemente sus restos “al gordo” [digo el gordo para seguir la forma de tratar las cosas de Eric Berne: hablando en plata]. Y esta persona, para complacer al resto y no salirse de su guion, se come los restos de comida y cumple con el papel que se había dado a sí mismo desde pequeño. Si, por ejemplo, esta persona se pone a régimen y trata de cuidarse, puede que rechace las sobras de comida de los demás. Entonces, empezará a recibir presión para que se las coma. Los del grupo harán chistes de todo tipo para ridiculizar la loca idea de esa persona de seguir un régimen.
¿Tú? ¿El gordo? Ja, ja, ja, ¡tú eres incapaz de hacerlo!
Los supuestos amigos de “el gordo”.
Puede que esa persona sea capaz de vencer esta presión social unas cuantas veces, pero es probable que acabe cayendo ante ella, dando la razón al resto: claro que no puedo dejar de ser “el gordo”, en ese caso, sería un extraño para todos vosotros, no sabríais qué papel darme. Yo mismo no sabría cómo actuar.
Reforzar al perdedor
Reforzar el lado perdedor de otra persona puede dar una cierta seguridad y sensación de poder al que lo hace. El gordo es el chivo expiatorio. Hace lo que los demás no se atreven a hacer, o consideran incorrecto según unos valores que les hacen sentir por encima, o bien, hace lo que todos los que pertenecen a ese grupo deben hacer para seguir perteneciendo.
Esto se da en otras conductas perjudiciales, como fumar, beber, tener comportamientos sádicos… También se refuerzan y perpetúan actitudes que llevan a una persona a ser la callada, la que no piensa, la tonta…
Al reforzar al perdedor, la persona se lleva un beneficio secundario: nadie espera que alcance nada o llegue a ningún sitio, por tanto, puede continuar su guion de vida banal sin demasiados esfuerzos.
Es curioso, pero tocamos la misma melodía una y otra vez incluso en soledad. Puede que la persona trate de cambiar una conducta que no le gusta y de pronto se sorprenda justificando la conducta anterior: “Bueno, solo son unos donuts, ya la semana que viene no compro más”. No hay nadie ahí para escuchar este mensaje, salvo la propia persona. Esto refuerza la idea de Eric Berne de tener 3 estados del yo: el Niño está diciendo que ya no compra más bollos, puede que el estado Padre responda: “Vale, no pasa nada, te lo paso por esta vez”. O bien: “Eres un desgraciado, nunca vas a adelgazar, ¡gordo de mierda!”. Es probable que la persona sea más cruel consigo misma de lo que es cualquiera de su entorno.
La risa del ahorcado
Cuando la persona muere según su guion de vida, muestra una sonrisa o utiliza el humor. Está confirmando que todo va conforme a lo que decidió en su infancia. Es como si dijera: “Estoy siguiendo tus instrucciones, madre, ja, ja, espero que estés contenta”. Es una conducta bastante llamativa, si nos paramos a pensarlo: reírse cuando se está muriendo.
Pues bien, sin que tenga que producirse este hecho, la persona ya está bromeando sobre “su muerte” cada vez que repite una conducta de guion que el resto aplaude, fuerza, o trata de evitar desde el salvador. Esto es: los demás refuerzan el guion de comer todo y engordar, lo aplauden y hacen lo mismo, o dicen frases como: “No te conviene, no deberías hacerlo, recuerda que no es saludable”. Pues bien, las tres respuestas del entorno refuerzan la conducta perjudicial.
Como solemos comentar, el primer paso es ser consciente de esta conducta, sobre todo, de cómo te hace sentir después. Puede que sientas sensación de fracaso, autoestima baja, sensación de no poder hacer nada mejor… Sin embargo, es posible tomar otras decisiones la siguiente vez que se está en esa situación. Lo más importante es no responder de forma automática y reactiva a lo que el entorno propone (salvo si se está en peligro). Después, desde el estado adulto, decidir hacer otra cosa, actuar de otra manera.
¿Tienes la sensación de que tu conducta responde a la presión exterior? ¿Qué te dicen los demás? ¿Qué te dices tú? Como en otras ocasiones, agradezco que leas este blog y compartas con quien quieras.