Según el budismo, no puedes separar una mesa del carpintero que la fabricó, de las personas que extrajeron el metal para los tornillos, de los madereros, transportistas, tenderos… De todas aquellas personas que han hecho posible su existencia. Esto cuenta Thich Nhat Hanh en El milagro de estar atento. Porque el gran cuerpo de la realidad es indivisible, no se puede seccionar en partes que tengan cada una su propia existencia independiente. La separación, categorización y distinción es la que nos lleva a no apreciar esta interdependencia de todo con todo, de todos con todos.

Pues bien: podemos apreciar mejor los regalos que nos da la vida si tenemos en cuenta todo lo que hizo falta para que podamos disfrutar de ellos. Cuando echas la vista atrás, tomas conciencia de que algo que aprendiste fue un gran regalo para ti. Solo falta observar qué lo hizo posible.

Uno de mis regalos: el taichí

En 1999, tenía 25 años y un trabajo que me resultaba estresante. Me apunté a unas clases de taichí porque escuché que ayudaba a bajar los niveles de estrés.

Mi primer profesor se llamaba Ricardo Ortega, era pedagogo y se notaba en sus explicaciones. Gracias a él, aprendí los primeros movimientos, era muy didáctico. El profesor hablaba frecuentemente de su profesora Elena, que le había enseñado a él. Ricardo dejó la enseñanza para seguir otros rumbos de la vida y a sus alumnos nos remitió a su profesora.

Elena Frías nos acogió en el Centro Tai San, su espacio de Tai Chi estilo Xin Yi (corazón-mente). Con ella, aprendí mucho más, perfeccionando la tabla corta y conociendo la tabla larga y la de espada.

Artículo sobre el centro Tai San de José Luis Iáñez Galán, en Norte Noticias.

Con los años, gracias a Elena, me hice ayudante de instructora en la Asociación Española de Taichí Xin Yi, lo que me permitió conocer a la profesora china que le daba clase a mi profesora: Shao Hui Fang. También aprendí, de la mano de Alicia Lorduy, los fundamentos básicos de la medicina china tradicional, de la que el taichí forma parte como “gimnasia curativa”.

En un momento dado, por un cambio profundo en mi vida, dejé de impartir taichí. Sin embargo, no dejé de practicarlo ni de asistir a distintos cursos relacionados. Aun así, es ahora, muchos años después, cuando he llegado a interiorizar el valor de la práctica de taichí y chi kung. Estas disciplinas combinan respiración abdominal, movimientos que activan la circulación de la energía por los meridianos y atención plena a ambas cosas, por lo que resultan una meditación en movimiento. Ha sido necesario el paso del tiempo y la práctica continuada para que sus beneficios hayan ido calando, se hayan notado. También para que yo tuviera más edad y viera la práctica desde otro punto de vista.

Gracias por el regalo

Doy entonces las gracias a las personas e instituciones que he citado por este gran regalo, una herramienta única para lograr la relajación y la atención plena. Todos ellos, como mínimo, contribuyeron a mi disfrute de esta práctica. Pero va mucho más allá: a todas las personas que colaboran en la asociación, a los centros y espacios en los que nos han permitido practicar, a China por exportar esta práctica…

Cada regalo que recibes, del que no eres consciente, viene facilitado por muchas personas, te conecta a distintos lugares, organizaciones y personas. Darse cuenta de esto equivale a desenvolver por completo tu regalo. Ya solo queda dar las gracias a todos los que lo han hecho posible.


¿Cuál es tu regalo? ¿Qué has ido recibiendo de la vida que estaba conectado a muchas más personas y circunstancias de las que te habías planteado? Como siempre, gracias por leer y por compartir. Además:


Commentarios

Una respuesta a «Regalos de la vida»

  1. […] bien, hace unos días escuché de nuevo esta expresión en el taller de respiración funcional de Elena Frías, que forma parte del monográfico de emociones que estamos impartiendo en el Centro Tai San. Y no […]