El chantaje emocional es la forma en la que nos comunicamos para obtener caricias al mostrar un sentimiento parásito. Si quieres recordar qué era esto de los sentimientos parásitos, puedes echar un vistazo a la entrada del blog de la semana pasada. En resumen, tenemos “sentimientos malos favoritos” que encubren las emociones genuinas. Y los tenemos porque los hemos aprendido de la infancia, hasta el punto de que están automatizados.

Por ejemplo, un hombre escuchó de pequeño que:

Los niños no lloran.

Imagen de Pexels en Pixabay.

Lo oyó tantas veces que sustituyó su tristeza genuina por un bloqueo mental y un endurecimiento de su expresión, apretando los dientes. Quizá su estilo de chantaje emocional sea ahora el “mandón”, ocultando su tristeza incluso a sí mismo.

Hay cuatro tipos de chantaje emocional, dos de ellos se juegan desde el estado Niño y los otros dos desde el estado Padre. Si quieres recordar qué es esto de los estados, echa un vistazo a este artículo. Estos cuatro tipos se pueden asimilar a los tres que forman el Triángulo de Karpman.

Encajan con las posiciones existenciales de esta manera:

Elaborado a partir de la información en STEWART, I., JOINES, V. AT Hoy. Una nueva introducción al Análisis Transaccional. Editorial CCS.

Al leer los siguientes tipos, imagina a alguien en redes sociales buscando caricias de cada una de estas formas. Ten en cuenta que el “chantajista” siempre es quien inicia la conversación:

Tipo 1: indefenso

Es la persona que trata de sonar indefensa y desamparada, va de víctima. Habla desde el estado Niño al Padre Nutricio de la otra persona, con el fin de recibir caricias por su “lamentable estado”:

—Hoy estoy otra vez de bajón.

—Vaya, cariño, siento escucharlo.

—Y encima el jefe me empezó a atacar ¡otra vez!

—Vaya, vaya, eso está mal.

Tipo 2: mimado

También es un “chantajista” que actúa como victimista, desde el Niño. La diferencia es que se muestra quejica, poniendo en el otro la solución del problema:

—No has sido de mucha ayuda.

—¿No lo puedes hacer tú solo?

—¿Qué pretendes que haga?

—¿Por qué no te quejas al sindicato?

Tipo 3: útil

El tipo 3 se comporta como el salvador de la otra persona, lo que es una “ayuda falsa”. Trata de sacar caricias de las necesidades ajenas, desde el Padre Protector y llamando al estado Niño en el otro:

—¿Te has quedado bien? ¿No tienes más hambre?

—No, ya me he llenado.

—Venga, seguro que te cabe un poquito más. ¿Por qué no te acabas la tarta?

—Gracias, estaba muy buena pero ya no me entra.

Tipo 4: mandón

El mandón es el tipo 4, se comporta como un perseguidor. Busca disculpas del otro mostrándose como Padre Crítico y dirigiéndose al Niño en la otra persona. Estas justificaciones son “caricias” para este perfil de chantajista:

—¡Llegas tarde! ¡Y no es la primera vez!

—¡Lo siento!

—¿Crees que te vale con decir “lo siento”?

—Bueno, es que he perdido el autobús…

Todos somos “el chantajista”

Tener estos “sentimientos malos favoritos”, refuerza nuestro guion de vida y lo conduce a su desenlace. Por eso, podemos decir que todos, en mayor o menor medida, somos chantajistas cuando necesitamos compensar el malestar que nos provocan esos sentimientos. Quizá tenemos muy interiorizada una forma de solicitar caricias de la que ni siquiera somos conscientes. Puede que alguien que vaya de victimista no entienda por qué los demás le rechazan cuando juega a obtener caricias. Podéis ver algunas soluciones en este artículo sobre el triángulo del amor.


Piensa en la última semana. ¿Has mantenido alguna conversación que te haya recordado a las que hemos visto? ¿Estabas en el lado del chantajista o en el de la otra persona? ¿Cómo respondiste? Gracias como cada semana por leer y por compartir.