¿Cómo te comunicas? ¿Reaccionas a lo que escuchas? ¿Lanzas mensajes no verbales y paraverbales que se contradicen con las palabras que pronuncias? Veamos cómo mejorar las relaciones con los demás detectando desde qué estado hablas y te hablan.
Los tres estados del yo
El análisis transaccional es el estudio de tres estados del yo: el Padre, el Adulto y el Niño. Es como si el yo estuviese dividido en partes que se manifiestan con determinadas formas verbales y no verbales. Los estados del yo no son personajes que uno interpreta en un lugar concreto, como el rol de jefe cuando vas a la oficina. Son realidades conductuales directamente relacionadas con la actividad gestual, el tono de la voz y las palabras que se utilizan. Vienen heredadas de las posturas y gestos aprendidos durante la niñez.
Pues bien, cuando hablamos con otra persona, nos dirigimos a ella desde alguno de estos estados. Si la persona reacciona sin pensar, lo más probable es que responda desde el estado desde el que estamos provocando su respuesta. Si, por el contrario, no acepta esta “provocación”, responderá desde un estado que rompe la comunicación.
Transacción complementaria
La primera regla de comunicación en el análisis transaccional afirma que las conversaciones “en paralelo” suponen una transacción complementaria que puede prolongarse de manera indefinida. Veamos un ejemplo:
—El Gobierno siempre está igual: ahora quieren subir los impuestos, ya lo decía yo. Nunca hacen nada bien –con voz fuerte.
—Tiene usted toda la razón, nunca tienen en cuenta a la tercera edad, ¿cuántas veces lo habré dicho yo? –frunciendo el ceño y con el dedo índice señalando al aire–. Son todos unos ladrones.
En esta conversación, ambas personas están en el estado Padre, toman una postura sentenciosa, sin tomar datos de la realidad, criticando algo o a alguien y encontrando satisfacción en que los dos están de acuerdo en la crítica.
Veamos otro ejemplo en el que cada persona habla desde un estado distinto pero complementario al otro:
—El Gobierno siempre está igual: ahora quieren subir los impuestos, ya lo decía yo. Nunca hacen nada bien –con los brazos en jarras y un tono de voz alto e iracundo.
—¡Ay, madre mía! Me van a hacer polvo esos señores. ¿Qué puedo hacer? ¿Tú que harías? – con voz lastimera y gesticulación exagerada.
Aquí, la primera persona que habla está en el estado Padre y la otra persona le responde desde el estado Niño. En esta conciliación ninguno de los dos extrae datos de la realidad.
Transacción cruzada
La segunda regla del análisis transaccional dice que cuando el estímulo y la respuesta se cruzan en el diagrama conciliatorio, se interrumpe la comunicación. Uno habla al otro apelando a un estado del yo, mientras que el otro responde desde un estado diferente. Veamos un ejemplo:
—¿Dónde está el cuchillo de cortar pan? –dice el marido desde el estado de Adulto.
—¡Tú sabrás dónde lo has dejado! –responde la mujer desde el estado de Padre – Siempre estamos igual: como tú no haces nada y lo hago yo todo, pues claro, no encuentras las cosas.
En este tipo de transacciones, una de las partes está interpretando la información de manera errónea, escuchando algo que en realidad no se ha dicho, y aprovechando el momento para liberar alguna tensión que guardaba, propia del «yo no estoy bien».
Otro ejemplo de conciliación cruzada es cuando uno de los interlocutores toma el estado de Padre, hablando al otro como si fuera un niño, pero a su vez, el otro interlocutor también habla de Padre a Niño. La conversación sería así:
—Lo que tienes que hacer es pagar tus impuestos, como todos. Es nuestra obligación.
—Tú no eres quién para decirme lo que tengo que hacer, siempre tengo que estarte recordando que este Gobierno es el culpable. ¡Nunca hacen nada bien!
Transacción cruzada doble
El ser humano riza el rizo en este último tipo de transacción. En ella, parece que se está jugando a un juego, pero lleva oculto un mensaje velado a otro nivel. Es decisión del estado de Adulto hacer caso omiso del mensaje velado, y permanecer en una posición equilibrada. Veamos un ejemplo:
—¿Dónde has escondido el cuchillo de cortar pan?
Esta pregunta contiene un componente Adulto, que es la petición de información, pero a diferencia de la pregunta “¿Dónde está el cuchillo de cortar pan?” lleva implícita una insinuación de que la otra persona ha escondido el cuchillo, y se le solicita esta información de manera imperativa. Puede haber múltiples respuestas. Si el interlocutor ha desarrollado un buen estado del Adulto, podría responder, con tono neutro y tranquilo:
—Lo he escondido en el cajón de los cubiertos.
Esto haría ver al otro que no se ha dado por aludido con la insinuación, y que además ha captado el matiz de la palabra escondido, y lo ha devuelto sin más.
Sea como sea tu comunicación, sé sensible al Niño que hay en los demás, puesto que responde a un sentimiento depresivo de «yo no estoy bien». En cualquier conversación, atender de forma compasiva al Niño del otro le acoge y le ayuda a crecer como persona.