El 9 de julio de 2021 dejé preparado un borrador de una entrada para el blog. Acabé descartándola: hablaba del humor y no era tiempo de “reírse”. Resulta que ha pasado más de un año, y la entrada seguía en dique seco: desde marzo de 2020 nunca parece tiempo de hablar del humor, o al menos no me lo ha parecido a mí.

El humor se ha transformado a lo largo de mi vida: de irreverente e incorrecto ha pasado a aséptico y controlado. Ya no son posibles las comedias de humor del absurdo, el humor solo puede ahora escaparse de entre la autocensura y la crítica despiadada a todo lo que no sea evitar ofender. Y lo que era más gracioso “en mi época” (aquí la abuela Cebolleta) era todo ofensivo. Pero las personas aludidas no solían ofenderse.

Por cierto, el humor no es únicamente el reino de humoristas, monologuistas, improvisadores o payasos, el humor se extiende a “personas muy serias” y muy inteligentes. Un ejemplo claro: Mozart. En sus cartas, juega a decir todo tipo de payasadas y a hacer bromas escatológicas, al tiempo que habla muy en serio sobre su música, sus pianos, etc. Y de esto iba aquella entrada que yo iba a publicar hace más de un año y que reproduzco ahora, porque me temo que, si esperamos al “momento idóneo” para reírnos de algo, nos vamos a ir a la tumba con el rigor mortis ya puesto en vida.

El camino del humor

Hace poco [antes de julio de 2021] comentaba la importancia del humor. Me gustaría mostrar aquí algunos ejemplos de los autores que cito con más frecuencia. Veréis cómo han integrado el humor en escritos bastante serios y respetables.

Vamos a empezar por Eric Berne, quien no solo utiliza el humor sino que lo propone como camino terapéutico para salir de los guiones que tenemos automatizados desde la infancia. En uno de sus textos, Berne dice:

Es mejor ser un mártir que ser un troglodita, es decir, un hombre que se niega a creer que ha ascendido de criaturas simiescas porque aún no lo ha hecho, pero conocerse a sí mismo es aún mejor.

Berne también menciona la improvisación y la incertidumbre como caminos de crecimiento, cuando se pregunta sobre si él mismo está siguiendo un guion, que equivale a estar tocando una pianola con el rollo perforado hace mucho tiempo, o si realmente compone su música por sí mismo. Dice que en este caso:

…soy un improvisador valiente que se enfrenta al mundo solo. Pero (…) la canción de mi vida está igualmente llena de incertidumbre y de sorpresas a medida que se despliega el palpitante y sonoro teclado del destino (…).

En realidad, sus escritos son bastante humorísticos, a veces sarcásticos también.

Eric Berne. Foto de dominio público, Wikipedia.

Por su parte, Paul Watzlawick escribió varios libros en los que ya vemos su disposición al humor desde el título, como El arte de amargarse la vida, un pequeño gran libro del que hemos hablado (por cierto, el post que acabo de citar habla realmente de guiones de vida no ganadores o perdedores).

Uno de sus libros más importantes, ¿Es real la realidad? está escrito por entero en tono de humor. Por ejemplo, cuando hace “una breve alusión al único aspecto divertido de una cosa tan mortalmente seria como es el psicoanálisis”. Watzlawick explica que el psicoanálisis basa su técnica en que el paciente advierta lo menos posible la presencia del psiquiatra, de manera que se entregue a asociaciones libres de ideas. Pero ocurre lo contrario, el paciente agudiza el oído y comienza a relacionar las señales con las asociaciones adecuadas o no adecuadas, como es el rasgueo de la pluma sobre el papel del doctor, el crujido de la silla…

…hasta que un cierto tipo de respiración rítmica y acompasada indicará al paciente que, por fin, el terapeuta se ha dormido.

Paul Watzlawick. Foto de Martin Gertler, CC BY 3.0.

Nassim Taleb en su Cisne negro es tan sarcástico a cada palabra como lo es en su propia cuenta de Twitter.

A Ernie J. Zelinski ya le habíamos mencionado cuando introduje el tema del humor, diciendo que había escrito un libro titulado El placer de no trabajar. Lo que hace Zelinski es mostrar qué normas absurdas sobre el trabajo se han ido imponiendo y qué otras formas hay de trabajar y de disfrutar del ocio.

Unamuno se dio cuenta de que el ser humano es poco más que un cerebro a un estómago pegado, quizá haciendo eco de la famosa rima de Quevedo.

¿Hay que ser así de gracioso?

Hay muchísimos autores muy respetables que no incluyen el humor en sus escritos. Esto no significa que no fueran graciosos en su vida privada, o quizá no lo eran en absoluto y dejaban hablar a la brillantez de sus ideas.

No, no hay que ser una persona graciosa, solo que, si es un camino hacia una posición sana, si es de ayuda para quitar hierro a los asuntos que más nos preocupan, pues bienvenido sea el humor.


Aquí termina aquel borrador de julio del 21 y así se publica. Me gustaría conocer tu opinión. ¿Qué preguntas o reflexiones te surgieron mientras leías este post?

Como siempre, te agradezco mucho que te tomes el tiempo tanto para leer el artículo como para compartir tus pensamientos en comentarios.