Viejas glorias que nunca lo fueron

En línea con los fracasados que tuvieron éxito, pero en un nivel más cercano a lo sórdido, están las viejas glorias que nunca lo fueron.

¿En qué consiste ser una vieja gloria sin gloria?

La vieja gloria sin gloria trató de destacar en alguna disciplina, avanzó y mejoró en ella, pero no alcanzó nunca un nivel lo suficientemente alto como para destacar. Sería ser el mejor entre los peores y el peor entre los mejores, un/a mediocre, el punto medio. Además, esta persona rememora aquellos tiempos como si fuese una vieja gloria consagrada, dándose importancia y viéndose por encima de la media.

Fotograma de la película Y entonces llegó ella, con Philip Seymour Hoffman en un papel de vieja gloria sin gloria

Esta forma de verse a sí mismo está muy bien retratada en la película Y entonces llegó ella, en el personaje que interpretó Philip Seymour Hoffman. Se trata de un actor aficionado que de joven había protagonizado un anuncio. Algunas personas le reconocían aún, y esto le ayudaba a seguir sintiéndose una vieja gloria. A pesar de que  tenía un papel menor en una representación amateur de Jesucristo Superstar, no tenía reparos en indicar a los demás (mucho más jóvenes) lo que debían hacer e incluso suplantar al protagonista dejándose llevar por su identidad con la gloria que nunca tuvo.

¿Cómo surge el fenómeno?

Hay dos componentes en las viejas glorias sin gloria, a los que llamaremos “los sin gloria”:

  • Un suceso del pasado en que estuvieron cerca de la gloria. Lo llamaremos el “suceso glorioso”.
  • Un periodo de tiempo muy largo desde aquel suceso en el que no ha sucedido nada glorioso, lo que echa por tierra la posibilidad de consagrarse.

Verdaderamente, se trata de una situación triste. Los sin gloria se agarran al pasado fuertemente, lo que les impide alcanzar un nivel superior de destreza en otras disciplinas, y además lo distorsionan, dándole al suceso glorioso una importancia mayor de la que tuvo.

¿Y por qué no van a hacerlo? Hay que tener en cuenta que aquellos momentos fueron los únicos en los que tocaron algo parecido a la fama o al prestigio. Tuvieron la sensación de que podían llegar a más. Creyeron que el suceso glorioso era el primero de muchos. Pero se equivocaron.

Sucesos gloriosos

Los sucesos gloriosos pueden tomar muchas formas, y ser prolongados en el tiempo o tratarse de acontecimientos puntuales que son la culminación de un aprendizaje. En todo caso, están situados en un lejano pasado y no tienen continuidad:

  • Haber aprobado el examen del First Certificate o haber pasado un año en Inglaterra durante la carrera…. hace 25 años.
  • Haber sido elegida para actuar en un grupo selecto de bailarinas… en la adolescencia.
  • Haber estudiado piano durante los años de colegio.
  • Haber estado en contacto con famosos o con la tele: salir en un anuncio, ser entrevistado una vez (30 segundos), ser un extra en un capítulo de una serie, haber conocido a un famoso cuando no lo era, etc.
  • Haber dominado una “nueva” tecnología… que ya no está en uso.

¿Qué necesitan los sin gloria?

Sin duda, la evocación constante de aquellos tiempos donde se producían sucesos gloriosos se debe a una necesidad no cubierta de los sin gloria. Antes hemos mencionado alguna:

  • Necesidad de fama.
  • Necesidad de prestigio.
  • Necesidad de reconocimiento.
  • Necesidad de cariño.

En efecto, aquello que pareció poner a los sin gloria por encima de la cotidiana distribución normal, aquello que pareció alejarles de la mediocridad y prometerles un futuro de éxito, les hizo sentir que podían acariciar la fama, tener prestigio, ser reconocidos y amados… Y lo siguen evocando porque de aquel recuerdo tan manoseado se obtiene un halo de estos logros deseados.

¿Cómo poner el suceso glorioso en su sitio?

Los sucesos gloriosos tienen más atención y se les da más importancia de la que les corresponde. En términos de PNL, el suceso glorioso tiene más colorido, brilla más, se ve más grande, contiene sonidos y ruidos identificables, se siente incluso en las manos, en la piel…

Así que el primer paso para recuperar la fuerza del presente es apagar el suceso glorioso, bajarle el volumen, desconectarse de él, alinearlo con los recuerdos grises y remotos que lo rodean.

El segundo paso es prestar atención a la realidad presente, de manera que se le devuelva toda su intensidad. Puede ser necesario hacerse preguntas sobre aquello:

¿Con qué frecuencia hablo en inglés hoy en día? ¿Sigo estudiando piano? ¿Volví a aparecer en la tele alguna vez? ¿Se utiliza ahora el software xxx?

Lo cierto es que ya ni recuerdas la última vez que te pusiste las zapatillas de punta, o tu aparición en televisión está grabada en una cinta de vídeo VHS, o el software que dominabas cabía en un disquete… Con este frío enfrentamiento con la realidad, puedes por fin girar la cabeza hacia adelante y caminar hacia tu vida de ahora, la de verdad.


Como apunte final, quizá ya lo hayas pensado: sí, un sin gloria puede caer en el fenómeno “cuñadismo”…

Me gustaría conocer tu opinión. ¿Qué reflexiones te surgieron mientras leías este post? Como siempre, te agradezco mucho que te tomes el tiempo tanto para leer el artículo como para compartir tus pensamientos en comentarios. 🙂